¡Corre, Amy!
Relato corto. Género: drama, realismo.
Amy se
despierta en una gran cama mullida. Se despereza, bosteza y se limpia los ojos
humedecidos. Rachel siempre se alegra de verla llena de energía.
–¡Corre, Amy! –le dice.
Y ella obedece.
De mañana, por las callejuelas de la ciudad,
Amy cumple con los recados de Rachel y busca tiendas de todo tipo: carnicerías,
fruterías, pescaderías o incluso, cuando le apetece ser golosa, visita la
pastelería. Compra la comida con el vecino Peter, que es un viejecito muy perspicaz,
y después vuelve con su amiga. ¡Es genial que Rachel esté allí para recibirla
con los brazos abiertos!
–Gracias de nuevo, Amy –le susurra.
Y ella asiente satisfecha.
Caída la tarde, Amy sigue ayudando a Rachel.
Revisa el patio trasero, avisa cuándo hay que limpiarlo y se dirige muy lejos,
a donde vive Jack, para preguntarle si le apetece jugar con la pequeña Rachel.
Mientras la acompaña a la entrada, éste suele gritarle:
–¡Corre, Amy!
Y los dos emprenden el camino rumbo a la casa
de Rachel.
De noche, Amy tiene que estar más cerca de su
amiga. A Rachel le amedrenta la oscuridad. Le aterra tanto que se hace un
ovillo, calla e ignora todo lo demás. Afortunadamente, cuando eso sucede, Jack
está allí para consolarla. Él puede abrazarla bien. A Amy le alivia. Ella se
limita a acurrucarse en un lado de su gran cama mullida.
Las mañanas son laboriosas.
Las tardes amigables.
Las noches devastadoras.
El ciclo se repite y a Amy le gusta esa
rutina. Un sábado, baja al salón y encuentra a Jack hablando por teléfono. El
chico asiente, niega con la cabeza y sus palabras se enredan en un tejemaneje
que Amy no logra descifrar. Es confuso. Siempre es confuso. Jack y Rachel
tienen una forma de comunicarse muy rara, pero a Amy no le importa. Son sus
amigos y los quiere.
Al otro lado de la línea, se puede escuchar
a Jack decir:
-Sí –pausa–. Exacto, agente. Rachel está
recuperándose. Lo sé, el asesinato de sus padres fue un golpe duro. Atraparán
al culpable, ¿verdad? Tienen que prometérmelo. Esa arpía nocturna no puede
escapar –pausa y suspiro-. Por suerte Amy es una gatita muy lista y me echa una
mano, es como si fuera una persona –risa tímida-. ¿Sabe? Sinceramente a mí no
me parece malo decirle que corra. Rachel me suele repetir hasta la saciedad:
“ya que yo nunca pude caminar por mi problema de nacimiento, al menos quiero
que mi mascota, que puede, no desaproveche ninguna oportunidad”. Ah, mire, está
aquí la traviesa.
Jack acaricia a Amy por detrás de las
orejas. Le señala la puerta y exclama:
–¡Corre, Amy!
Y Amy vuelve otro día más a darlo todo por
Rachel.
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